El 2 de junio de 1946 los italianos fueron llamados – por primera vez por sufragio universal – a escoger entre la monarquía y la forma republicana. La mayoría eligió la república y con ella a los miembros de la Asamblea Constituyente que tendrían la tarea de elaborar el texto constitucional de un país que estaba tratando de levantarse de la tragedia de la Segunda Guerra Mundial. La Constitución de la República italiana entraría en vigor un año y medio más tarde, el 1° de enero de 1948.
En su reciente libro “Una Costituzione da vivere”, Paolo Grossi, destacado jurista y presidente emérito de la Corte Constitucional italiana, sintetiza las etapas principales del camino constitucional, los rasgos principales que caracterizan el texto de la Constitución italiana y las diferencias más marcadas respecto a las declaraciones libertarias de siglos anteriores, así como las líneas que la definen como un patrimonio concebido para que los italianos del futuro la comprendieran, la respetaran y le siguieran dando vida.
“La Constitución italiana no termina con el texto redactado por los Constituyentes; ese papel no momificó la realidad de los valores constitucionales, separándolos de la dinamicidad de la vida. Los valores, por su naturaleza, son duraderos, pero no inmóviles; más bien, son una constante expresión de esa misma dinamicidad. Pensar che la Constitución quede atrapada en un pedazo de papel sería una visión demasiado restrictiva: la “Carta Constitucional” es tan solo la punta de un iceberg, en cuyo cuerpo sumergido los valores viven y se expanden, generando nuevos principios y nuevos derechos”.
“A la Constitución hay que “darle oxígeno”, mantenerla viva pues no se trata de un decálogo embalsamado sino de un breviario de valores, en donde se habla de educación, economía, ambiente, trabajo y salud: hechos muy concretos de la vida cotidiana de todo ciudadano”.
Grossi propone un recorrido por algunos de los principales artículos, enfocándose en la atención brindada a la centralidad de la persona humana, al antifascismo, a la igualdad, a los derechos de los emigrantes.
Importante es el carácter de la “sociabilidad” que impregna el documento y el entero plan constituyente: un término que identifica una “comunidad histórica permeada por una espesa red de solidaridad, en donde los derechos de uno no están contemplados en una dimensión solitaria sino en armonía con los de los demás”.
Matteo Cattaneo
* Puedes descargar el pdf de la constitucion aqui
El 2 de junio de 1946 los italianos fueron llamados – por primera vez por sufragio universal – a escoger entre la monarquía y la forma republicana. La mayoría eligió la república y con ella a los miembros de la Asamblea Constituyente que tendrían la tarea de elaborar el texto constitucional de un país que estaba tratando de levantarse de la tragedia de la Segunda Guerra Mundial. La Constitución de la República italiana entraría en vigor un año y medio más tarde, el 1° de enero de 1948.
En su reciente libro “Una Costituzione da vivere”, Paolo Grossi, destacado jurista y presidente emérito de la Corte Constitucional italiana, sintetiza las etapas principales del camino constitucional, los rasgos principales que caracterizan el texto de la Constitución italiana y las diferencias más marcadas respecto a las declaraciones libertarias de siglos anteriores, así como las líneas que la definen como un patrimonio concebido para que los italianos del futuro la comprendieran, la respetaran y le siguieran dando vida.
“La Constitución italiana no termina con el texto redactado por los Constituyentes; ese papel no momificó la realidad de los valores constitucionales, separándolos de la dinamicidad de la vida. Los valores, por su naturaleza, son duraderos, pero no inmóviles; más bien, son una constante expresión de esa misma dinamicidad. Pensar che la Constitución quede atrapada en un pedazo de papel sería una visión demasiado restrictiva: la “Carta Constitucional” es tan solo la punta de un iceberg, en cuyo cuerpo sumergido los valores viven y se expanden, generando nuevos principios y nuevos derechos”.
“A la Constitución hay que “darle oxígeno”, mantenerla viva pues no se trata de un decálogo embalsamado sino de un breviario de valores, en donde se habla de educación, economía, ambiente, trabajo y salud: hechos muy concretos de la vida cotidiana de todo ciudadano”.
Grossi propone un recorrido por algunos de los principales artículos, enfocándose en la atención brindada a la centralidad de la persona humana, al antifascismo, a la igualdad, a los derechos de los emigrantes.
Importante es el carácter de la “sociabilidad” que impregna el documento y el entero plan constituyente: un término que identifica una “comunidad histórica permeada por una espesa red de solidaridad, en donde los derechos de uno no están contemplados en una dimensión solitaria sino en armonía con los de los demás”.
Matteo Cattaneo
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