...si les interesa a los lectores de la Gazzetta lo que sigo proponiéndoles sobre Italia y en particular sobre Torino. Sin embargo lo que les ofrezco es una voz de Italia, de una ciudad hermana de Xela, de una asociación a la cual tengo el honor de pertenecer y que me pide mantener vivas las relaciones.
Así les voy a proponer una carta de mi ciudad como la Oficina de turismo la propone a los turistas.
Turín ha sido la cuna de muchas cosas y actividades, sería suficiente pensar en el automóvil, el cinematógrafo, la moda, el futbol, la televisión, hasta la capital del reino… Y después ¿qué pasó? Ésta es precisamente la frustración profunda que padece Turín, primera de la clase, pero nunca abanderada: todo lo que empezó, se creó, nació aquí, después de un rato se fue, alguien más se lo llevó. Ahora la oficina de turismo distribuye un folleto que la define A city of Taste, y justamente se pregunta What to taste? Lástima que todo sea en inglés… El folleto propone también unos símbolos de la ciudad: arriba, en la izquierda está la mítica 500, para representar a FIAT (Fabbrica Italiana Automobili Torino) que nació en Turín en 1899. Grande empresa de la familia Agnelli, desde 2021 perdió su identidad, su italianidad y hasta su nombre para volverse Stellantis, nombre de sociedad, no de producto! En el folleto, la 500 está parqueada en frente de un Toret, la típica fuente verde con chorro en forma de cabeza de toro, que dispensa constantemente y gratúitamente agua fría deliciosa. El toro es el símbolo de la ciudad desde el siglo XIV, sin embargo el nombre no deriva de la presencia de toros sino de una palabra celta que significaba tierra alta, para indicar la colina cerca del rio Po donde vivía la primera población de la ciudad. La Mole Antonelliana a mano derecha tiene sus títulos de honor pues a finales del siglo XIX era el edificio de albañilería más alto del mundo: 167 metros, con una historia un tanto atormentada que un día les contaré.
Lo que se va a degustar en la portada del folleto son cinco especialidades: Vitello Tonnato, o sea carne de ternera en rodajas muy finas con una capa de salsa de atún, anchoas, huevos y alcaparras, servido como entrada o como aperitivo. El Vitel Tonné (buscando un poco de exotismo francés) nació en el siglo XVIII como plato pobre para recuperar las sobras y fue la gran moda en los Ochenta del siglo pasado: su origen se relaciona con el comercio y contrabando de sal, anchoas y atún entre Piamonte y la Costa de Azul. Y las anchoas son protagonistas también del plato piamontés por excelencia: la Bagna cauda (salsa caliente), primer plato o plato único típico de la temporada fría, símbolo de familia, amistad e intercambio. Su origen se encuentra en los festejos de vendimia en que se juntaban varias familias de campesinos llevando papas, cebollas, remolacha y otras verduras para comer con una salsa a base de aceite, anchoas, ajo y, según las variantes, crema de leche. Una curiosidad: la bagna cauda es un plato tradicional también en las regiones de Córdoba y Santa Fe en Argentina, a donde, entre el siglo XIX y principio del XX, emigraron muchas familias piamontesas. Y para acompañar estas maravillas, aquí nos proponen los grissini, deliciosos palitos inventados por el panadero del pequeño duque Victor Amadeo II de Saboya que no podía digerir la miga de la ghersa, el pan que los turineses comían en el siglo XVII. Parece que hasta Napoleón se volvía loco por estos palitos. Y para terminar, no podía faltar el chocolate que aquí se presenta en dos formas, ambas muy turinesas: el gianduiotto, un bombón con la forma de un barco boca abajo, inventado incorporando trocitos de avellanas tostadas al cacao, cuando en el siglo XIX la importación de cacao era muy difícil y el cacao crudo carísimo. El nombre llega de Gianduia, la máscara que es el rey del carnaval de Turín. Era también el siglo XIX cuando el Conde Cavour, primer ministro que guió la transición del Reino de Cerdeña a Reino de Italia, gozaba de un momento de tranquilidad en compañía del bicerin (se pronuncia bicherín, en dialecto piamontés significa “vaso pequeño”), una mezcla de café con chocolate y crema de leche, servido en un vaso de vidrio pequeño. La receta original es un secreto conservado con celo por los dueños de la cafetería que lleva el mismo nombre, “Bicerin”, cerca del santuario de la Consolata, pero en varios cafés de la ciudad se puede saborear algo muy parecido. No se lo pierdan!
Lucia Bonato
...si les interesa a los lectores de la Gazzetta lo que sigo proponiéndoles sobre Italia y en particular sobre Torino. Sin embargo lo que les ofrezco es una voz de Italia, de una ciudad hermana de Xela, de una asociación a la cual tengo el honor de pertenecer y que me pide mantener vivas las relaciones.
Así les voy a proponer una carta de mi ciudad como la Oficina de turismo la propone a los turistas.
Turín ha sido la cuna de muchas cosas y actividades, sería suficiente pensar en el automóvil, el cinematógrafo, la moda, el futbol, la televisión, hasta la capital del reino… Y después ¿qué pasó? Ésta es precisamente la frustración profunda que padece Turín, primera de la clase, pero nunca abanderada: todo lo que empezó, se creó, nació aquí, después de un rato se fue, alguien más se lo llevó. Ahora la oficina de turismo distribuye un folleto que la define A city of Taste, y justamente se pregunta What to taste? Lástima que todo sea en inglés… El folleto propone también unos símbolos de la ciudad: arriba, en la izquierda está la mítica 500, para representar a FIAT (Fabbrica Italiana Automobili Torino) que nació en Turín en 1899. Grande empresa de la familia Agnelli, desde 2021 perdió su identidad, su italianidad y hasta su nombre para volverse Stellantis, nombre de sociedad, no de producto! En el folleto, la 500 está parqueada en frente de un Toret, la típica fuente verde con chorro en forma de cabeza de toro, que dispensa constantemente y gratúitamente agua fría deliciosa. El toro es el símbolo de la ciudad desde el siglo XIV, sin embargo el nombre no deriva de la presencia de toros sino de una palabra celta que significaba tierra alta, para indicar la colina cerca del rio Po donde vivía la primera población de la ciudad. La Mole Antonelliana a mano derecha tiene sus títulos de honor pues a finales del siglo XIX era el edificio de albañilería más alto del mundo: 167 metros, con una historia un tanto atormentada que un día les contaré.
Lo que se va a degustar en la portada del folleto son cinco especialidades: Vitello Tonnato, o sea carne de ternera en rodajas muy finas con una capa de salsa de atún, anchoas, huevos y alcaparras, servido como entrada o como aperitivo. El Vitel Tonné (buscando un poco de exotismo francés) nació en el siglo XVIII como plato pobre para recuperar las sobras y fue la gran moda en los Ochenta del siglo pasado: su origen se relaciona con el comercio y contrabando de sal, anchoas y atún entre Piamonte y la Costa de Azul. Y las anchoas son protagonistas también del plato piamontés por excelencia: la Bagna cauda (salsa caliente), primer plato o plato único típico de la temporada fría, símbolo de familia, amistad e intercambio. Su origen se encuentra en los festejos de vendimia en que se juntaban varias familias de campesinos llevando papas, cebollas, remolacha y otras verduras para comer con una salsa a base de aceite, anchoas, ajo y, según las variantes, crema de leche. Una curiosidad: la bagna cauda es un plato tradicional también en las regiones de Córdoba y Santa Fe en Argentina, a donde, entre el siglo XIX y principio del XX, emigraron muchas familias piamontesas. Y para acompañar estas maravillas, aquí nos proponen los grissini, deliciosos palitos inventados por el panadero del pequeño duque Victor Amadeo II de Saboya que no podía digerir la miga de la ghersa, el pan que los turineses comían en el siglo XVII. Parece que hasta Napoleón se volvía loco por estos palitos. Y para terminar, no podía faltar el chocolate que aquí se presenta en dos formas, ambas muy turinesas: el gianduiotto, un bombón con la forma de un barco boca abajo, inventado incorporando trocitos de avellanas tostadas al cacao, cuando en el siglo XIX la importación de cacao era muy difícil y el cacao crudo carísimo. El nombre llega de Gianduia, la máscara que es el rey del carnaval de Turín. Era también el siglo XIX cuando el Conde Cavour, primer ministro que guió la transición del Reino de Cerdeña a Reino de Italia, gozaba de un momento de tranquilidad en compañía del bicerin (se pronuncia bicherín, en dialecto piamontés significa “vaso pequeño”), una mezcla de café con chocolate y crema de leche, servido en un vaso de vidrio pequeño. La receta original es un secreto conservado con celo por los dueños de la cafetería que lleva el mismo nombre, “Bicerin”, cerca del santuario de la Consolata, pero en varios cafés de la ciudad se puede saborear algo muy parecido. No se lo pierdan!
Lucia Bonato