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GIACOMO PUCCINI: EL OCASO DE LA ÓPERA LÍRICA

Un recuerdo en ocasión del centenario de su muerte

"... Equilibrado, dotado de sentido práctico y, sobre todo, modesto... El hombre que nos dejó recientemente, era una de las figuras más simpáticas en el mundo de la música..."; así, en un periódico alemán, el compositor Alfredo Casella trazaba el obituario de Giacomo Puccini.

Hijo de músicos por cuatro generaciones, después de sus primeros estudios fundamentales en el Instituto Musical de Lucca, en 1880 Puccini se trasladó a Milán y comenzó a frecuentar el Conservatorio milanés gracias a una beca. Durante varios años, vivió en condiciones económicas precarias hasta que conoció al editor musical Giulio Ricordi, quien, con un notable instinto sobre las cualidades del joven músico, invirtió en él acompañándolo hasta el éxito; como en un relevo ideal del melodrama italiano, en 1893, tuvo lugar el paso del "testigo" entre dos gigantes; Falstaff cierra la parábola operística verdiana y Manon Lescaut marca el primer gran triunfo de Puccini.

El estilo compositivo del genio toscano (Lucca, 22 de diciembre de 1858 - Bruselas, 29 de noviembre de 1924) tiene sus raíces en la “Joven Escuela” que Giacomo Puccini, como él mismo destacó, contribuyó a delinear y luego superó, con un seguro instinto de "modernismo", comprometido en una búsqueda y experimentación continuas. Desde la preferencia por la disonancia suave hasta las notas adicionales para colorear una línea melódica, pasando por momentos de armonía no funcional que, en contraste con las reglas académicas de composición, resaltan una emoción, objetivo último del maestro. Siguiendo el ejemplo de Richard Wagner, Puccini utiliza el recurso del Leitmotiv (motivo recurrente) como elemento central de su narrativa, a veces para expresar los pensamientos no expresados por el personaje a través del canto, a veces señalando al público algo de lo que el sujeto no está consciente, pero de una forma distinta al "método" wagneriano, sin que este proceder asuma nunca la supremacía sobre la voz, característica esencial en la tradición italiana.

Italia entre finales del siglo XIX y principios del XX ya no era tierra de grandes ideales; alejada de los entusiasmos pasados de la Unificación y aún distante de las futuras terribles turbulencias de la Gran Guerra. En este contexto socio-cultural se forma el pensamiento del hombre Puccini; poco apasionado por la política, más preocupado por asegurarse una vida tranquila y cómoda para componer sin mayores preocupaciones (lejos, muy lejos de los artistas empobrecidos, protagonistas de La Bohème de 1896) y con cierta falta de espíritu cívico, no inusual para aquellos tiempos. Las miserias, desgracias e infelicidades narradas en sus obras eran fuentes de creatividad para tocar, a través de su arte, las cuerdas más profundas de la sensibilidad humana.

Además de la envolvente inspiración melódica y el alto gusto estético, entre los factores determinantes para la afirmación popular de la producción pucciniana, sin duda reside el gran sentido teatral. Las infinitas discusiones con sus libretistas, desde Giuseppe Giacosa y Luigi Illica (quienes junto con Puccini formaban la "Santísima Trinidad", como solía llamarlos en broma Ricordi) hasta Giovacchino Forzano, Giuseppe Adami y Renato Simoni, detallaban maniáticamente la relación entre palabra, sonido y gesto. En cualquier caso, el elemento preferido para la elección del argumento en la génesis de sus obras maestras era sin duda el escenario y el grado de sugestión que de él surgía. Los altercados con Victorien Sardou minaron seriamente el nacimiento de la ópera Tosca (1900), especialmente respecto al final; mientras que en la obra de prosa la protagonista, después de lanzarse desde las gradas del Castel Sant'Angelo, cae en las aguas del Tíber (¡cubriendo una distancia de aproximadamente setenta metros!), Puccini exige que "su" Tosca se estrelle mucho menos románticamente y mucho más realistamente en la calle debajo de la fortaleza papal. Y precisamente con motivo del estreno londinense de Tosca, en junio de 1900, el Maestro fue invitado al Duke of York Theatre para asistir a la tragedia en un acto de Madame Butterfly de David Belasco; aunque apenas entendía la lengua inglesa en la que se representaba, quedó impresionado por el desarrollo dramático y el exotismo (muy de moda en esos años) que enmarcaba la historia de la pobre Cio-Cio-San, tanto que, en 1904, vería la luz su Madama Butterfly, la obra que más amó. Por otro lado, el gran homenaje a Melpómene y Talía, Puccini lo realiza con Il Trittico (1918); una composición que resume en un solo espectáculo los principales géneros teatrales: lo trágico con Il Tabarro, lo místico con Suor Angelica y lo cómico con Gianni Schicchi.

A la edad de 65 años, víctima de un ataque al corazón como consecuencia de una desesperada operación en la garganta para salvarlo de un cáncer, Giacomo Puccini nos deja con la inacabada Turandot (1924), escribiendo, a su pesar, "la noche que no tiene mañana" para la composición de la ópera lírica.

Massimo Pezzutti / Alejandra Flores 


  • GIACOMO PUCCINI: EL OCASO DE LA ÓPERA LÍRICA

    Un recuerdo en ocasión del centenario de su muerte

    "... Equilibrado, dotado de sentido práctico y, sobre todo, modesto... El hombre que nos dejó recientemente, era una de las figuras más simpáticas en el mundo de la música..."; así, en un periódico alemán, el compositor Alfredo Casella trazaba el obituario de Giacomo Puccini.

    Hijo de músicos por cuatro generaciones, después de sus primeros estudios fundamentales en el Instituto Musical de Lucca, en 1880 Puccini se trasladó a Milán y comenzó a frecuentar el Conservatorio milanés gracias a una beca. Durante varios años, vivió en condiciones económicas precarias hasta que conoció al editor musical Giulio Ricordi, quien, con un notable instinto sobre las cualidades del joven músico, invirtió en él acompañándolo hasta el éxito; como en un relevo ideal del melodrama italiano, en 1893, tuvo lugar el paso del "testigo" entre dos gigantes; Falstaff cierra la parábola operística verdiana y Manon Lescaut marca el primer gran triunfo de Puccini.

    El estilo compositivo del genio toscano (Lucca, 22 de diciembre de 1858 - Bruselas, 29 de noviembre de 1924) tiene sus raíces en la “Joven Escuela” que Giacomo Puccini, como él mismo destacó, contribuyó a delinear y luego superó, con un seguro instinto de "modernismo", comprometido en una búsqueda y experimentación continuas. Desde la preferencia por la disonancia suave hasta las notas adicionales para colorear una línea melódica, pasando por momentos de armonía no funcional que, en contraste con las reglas académicas de composición, resaltan una emoción, objetivo último del maestro. Siguiendo el ejemplo de Richard Wagner, Puccini utiliza el recurso del Leitmotiv (motivo recurrente) como elemento central de su narrativa, a veces para expresar los pensamientos no expresados por el personaje a través del canto, a veces señalando al público algo de lo que el sujeto no está consciente, pero de una forma distinta al "método" wagneriano, sin que este proceder asuma nunca la supremacía sobre la voz, característica esencial en la tradición italiana.

    Italia entre finales del siglo XIX y principios del XX ya no era tierra de grandes ideales; alejada de los entusiasmos pasados de la Unificación y aún distante de las futuras terribles turbulencias de la Gran Guerra. En este contexto socio-cultural se forma el pensamiento del hombre Puccini; poco apasionado por la política, más preocupado por asegurarse una vida tranquila y cómoda para componer sin mayores preocupaciones (lejos, muy lejos de los artistas empobrecidos, protagonistas de La Bohème de 1896) y con cierta falta de espíritu cívico, no inusual para aquellos tiempos. Las miserias, desgracias e infelicidades narradas en sus obras eran fuentes de creatividad para tocar, a través de su arte, las cuerdas más profundas de la sensibilidad humana.

    Además de la envolvente inspiración melódica y el alto gusto estético, entre los factores determinantes para la afirmación popular de la producción pucciniana, sin duda reside el gran sentido teatral. Las infinitas discusiones con sus libretistas, desde Giuseppe Giacosa y Luigi Illica (quienes junto con Puccini formaban la "Santísima Trinidad", como solía llamarlos en broma Ricordi) hasta Giovacchino Forzano, Giuseppe Adami y Renato Simoni, detallaban maniáticamente la relación entre palabra, sonido y gesto. En cualquier caso, el elemento preferido para la elección del argumento en la génesis de sus obras maestras era sin duda el escenario y el grado de sugestión que de él surgía. Los altercados con Victorien Sardou minaron seriamente el nacimiento de la ópera Tosca (1900), especialmente respecto al final; mientras que en la obra de prosa la protagonista, después de lanzarse desde las gradas del Castel Sant'Angelo, cae en las aguas del Tíber (¡cubriendo una distancia de aproximadamente setenta metros!), Puccini exige que "su" Tosca se estrelle mucho menos románticamente y mucho más realistamente en la calle debajo de la fortaleza papal. Y precisamente con motivo del estreno londinense de Tosca, en junio de 1900, el Maestro fue invitado al Duke of York Theatre para asistir a la tragedia en un acto de Madame Butterfly de David Belasco; aunque apenas entendía la lengua inglesa en la que se representaba, quedó impresionado por el desarrollo dramático y el exotismo (muy de moda en esos años) que enmarcaba la historia de la pobre Cio-Cio-San, tanto que, en 1904, vería la luz su Madama Butterfly, la obra que más amó. Por otro lado, el gran homenaje a Melpómene y Talía, Puccini lo realiza con Il Trittico (1918); una composición que resume en un solo espectáculo los principales géneros teatrales: lo trágico con Il Tabarro, lo místico con Suor Angelica y lo cómico con Gianni Schicchi.

    A la edad de 65 años, víctima de un ataque al corazón como consecuencia de una desesperada operación en la garganta para salvarlo de un cáncer, Giacomo Puccini nos deja con la inacabada Turandot (1924), escribiendo, a su pesar, "la noche que no tiene mañana" para la composición de la ópera lírica.

    Massimo Pezzutti / Alejandra Flores