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Francisco, un papa al servicio del Evangelio y de los más pobres

En un tiempo de profundos cambios y desafíos globales, tanto en el orden espiritual como social, el papa Francisco ha encarnado un modelo de liderazgo moral que busca devolver al Evangelio su fuerza profética. Así lo plantea Juan José Tamayo, teólogo español, en un texto donde destaca la dimensión humana, espiritual y social del pontificado de Francisco, señalando su valiente renovación de la doctrina social de la Iglesia.

Durante sus doce años como sucesor de Pedro, Francisco ha sido, según Tamayo, un pastor cercano, con olor a oveja, que ha colocado en el centro de su magisterio la dignidad de toda persona, la misericordia y la justicia social. Su denuncia de las desigualdades y su opción preferencial por los pobres no nace de una ideología, sino del Evangelio vivido con radicalidad. En Evangelii Gaudium, su primera gran exhortación, el Papa señala con claridad los rostros sufrientes de una humanidad descartada, anestesiada por la cultura del bienestar, y llama a una conversión pastoral que haga de la Iglesia un hospital de campaña.

Lejos de un simple diagnóstico, Francisco propone un camino: un nuevo modelo de convivencia basado en el bien común, la solidaridad y la justicia. Desde esa perspectiva, ha asumido como propias las luchas de quienes claman por “techo, tierra y trabajo”, recordando que estos no son privilegios, sino derechos fundamentales inscritos en la dignidad humana.

Una de sus grandes aportaciones ha sido también su decidida apuesta por una ecología integral. En Laudato Si’, Francisco no sólo plantea una crítica profunda al maltrato de la casa común, sino que invita a un nuevo modo de habitar el mundo. Lo hace reconociendo que el deterioro del planeta y la degradación de la vida humana están íntimamente ligados. El cuidado de la creación no es una cuestión secundaria, sino una expresión concreta del amor al prójimo y de la responsabilidad que todo cristiano tiene ante Dios y la humanidad.

En Fratelli Tutti, su encíclica sobre la fraternidad y la amistad social, el Papa ofrece un verdadero compendio de espiritualidad cristiana encarnada. Frente a un mundo fragmentado, individualista y cerrado, propone la figura del buen samaritano como modelo de compromiso y cercanía. En ese horizonte, la fraternidad no es una idea abstracta, sino una tarea concreta que invita a tender puentes, derribar muros y construir comunidades abiertas, inclusivas y reconciliadas.

Con un lenguaje claro y una profunda sensibilidad pastoral, Francisco ha puesto su pontificado al servicio de la esperanza. Su magisterio no pretende imponer, sino invitar a una transformación del corazón y de las estructuras, en fidelidad al Evangelio y al espíritu de las Bienaventuranzas. Como recuerda Tamayo, su legado no es sólo doctrinal, sino espiritual y humano: una llamada constante a volver al corazón del Evangelio y a vivirlo en las periferias donde Cristo sigue crucificado.

Eduardo Blandón

 


  • Francisco, un papa al servicio del Evangelio y de los más pobres

    En un tiempo de profundos cambios y desafíos globales, tanto en el orden espiritual como social, el papa Francisco ha encarnado un modelo de liderazgo moral que busca devolver al Evangelio su fuerza profética. Así lo plantea Juan José Tamayo, teólogo español, en un texto donde destaca la dimensión humana, espiritual y social del pontificado de Francisco, señalando su valiente renovación de la doctrina social de la Iglesia.

    Durante sus doce años como sucesor de Pedro, Francisco ha sido, según Tamayo, un pastor cercano, con olor a oveja, que ha colocado en el centro de su magisterio la dignidad de toda persona, la misericordia y la justicia social. Su denuncia de las desigualdades y su opción preferencial por los pobres no nace de una ideología, sino del Evangelio vivido con radicalidad. En Evangelii Gaudium, su primera gran exhortación, el Papa señala con claridad los rostros sufrientes de una humanidad descartada, anestesiada por la cultura del bienestar, y llama a una conversión pastoral que haga de la Iglesia un hospital de campaña.

    Lejos de un simple diagnóstico, Francisco propone un camino: un nuevo modelo de convivencia basado en el bien común, la solidaridad y la justicia. Desde esa perspectiva, ha asumido como propias las luchas de quienes claman por “techo, tierra y trabajo”, recordando que estos no son privilegios, sino derechos fundamentales inscritos en la dignidad humana.

    Una de sus grandes aportaciones ha sido también su decidida apuesta por una ecología integral. En Laudato Si’, Francisco no sólo plantea una crítica profunda al maltrato de la casa común, sino que invita a un nuevo modo de habitar el mundo. Lo hace reconociendo que el deterioro del planeta y la degradación de la vida humana están íntimamente ligados. El cuidado de la creación no es una cuestión secundaria, sino una expresión concreta del amor al prójimo y de la responsabilidad que todo cristiano tiene ante Dios y la humanidad.

    En Fratelli Tutti, su encíclica sobre la fraternidad y la amistad social, el Papa ofrece un verdadero compendio de espiritualidad cristiana encarnada. Frente a un mundo fragmentado, individualista y cerrado, propone la figura del buen samaritano como modelo de compromiso y cercanía. En ese horizonte, la fraternidad no es una idea abstracta, sino una tarea concreta que invita a tender puentes, derribar muros y construir comunidades abiertas, inclusivas y reconciliadas.

    Con un lenguaje claro y una profunda sensibilidad pastoral, Francisco ha puesto su pontificado al servicio de la esperanza. Su magisterio no pretende imponer, sino invitar a una transformación del corazón y de las estructuras, en fidelidad al Evangelio y al espíritu de las Bienaventuranzas. Como recuerda Tamayo, su legado no es sólo doctrinal, sino espiritual y humano: una llamada constante a volver al corazón del Evangelio y a vivirlo en las periferias donde Cristo sigue crucificado.

    Eduardo Blandón