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DELEGACIÓN DE GUATEMALA DESTACA EN EL FORO PYMES 2025
CALENDARIO 2026 “VOCES DEL AGUA”
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ENCUENTRO CON DANTE LIANO

Apreciado intelectual, escritor y crítico literario guatemalteco, Dante Liano vive desde hace cuatro décadas en Italia, especialmente en Milán, donde ha sido docente de Literatura Española y Literatura Hispanoamericana en la “Università Cattolica”. La entrevista se realizó durante su reciente estancia en Guatemala.

Querido Dante, antes que nada muchas gracias por tu inspiración y por el apoyo brindado al proyecto “Terra Amica”, la publicación sobre la presencia italiana en Guatemala que arrancó justamente a partir de la investigación sobre familias italianas en Centro América que tu realizaste hace dos décadas. ¿Qué te pareció el libro?

Me gustó muchísimo, porque lo encuentro muy completo y me atrevería a decir: exhaustivo para las condiciones de investigación actuales en Guatemala. Es un trabajo muy riguroso y único. Desde la publicación del libro de los salesianos sobre los italianos en Centroamérica, en los años 30 del s. XX, no ha habido nada igual. Uno se da cuenta de la gran contribución de los italianos a la vida económica, religiosa y social del país. Me impresionó sobre todo la parte en que se habla de aquellos que practican una solidaridad concreta con los tantos pobres de este país, sin hacer ruido ni propaganda. Y en literatura, el rescate de los descendientes de italianos que han contribuido a la historia literaria de este país.

Llevas casi 40 años viviendo en Italia. Italia ha sido para ti una "tierra amiga”? 

Si no lo hubiera sido, no llevaría tanto tiempo allá… Solo puedo hablar bien de los tantos amigos que me han dado su confianza, su afecto, su hospitalidad y, en algunos casos, su hogar. En todos los campos de la vida, desde mi primera estancia en Florencia, quedé asombrado del sentido de solidaridad de los muchos italianos que me abrieron las puertas. En el campo profesional, con los altibajos que tiene en cualquier lugar una carrera, puedo decir que no tuve privilegios y tampoco hostilidad. Sobre todo en Milán, quien tiene deseos para trabajar, encuentra. Sin embargo, eso no basta. Es en el campo de los afectos familiares. Ha habido amigos y familias que han sido familia para nosotros, sus hijos que nos siguen buscando con el mismo cariño de cuando eran niños y nosotros jóvenes. En Florencia, en Feltre, en Milán, hay grandes amigos para toda la vida. 

Cómo ha cambiado Italia en estos años, y cómo te ha cambiado?

Italia ha cambiado mucho, junto con todo el mundo. Se habla de un cambio antropológico a partir de los años 90, de una cultura que pasó de ser estrictamente literaria y clásica, a una cultura globalizada, mediática y digital. Para dar un ejemplo, si antes, en el metro, uno veía a la gente con un libro en mano, ahora se les ve mandando y recibiendo mensajes con su móvil. La televisión pública y privada se ha revolucionado y ha revolucionado las costumbres. El influjo de los Estados Unidos es muy fuerte, incluso en los métodos educativos. ¿Cómo me ha cambiado Italia? Creo que la vida en Italia me ha dado un fuerte sentido de resiliencia, la cultura italiana me ha enseñado el arte de resolver los problemas en lugar de chocar contra ellos; de alguna manera, el gusto por la belleza y la elegancia han permeado mi visión del mundo. El placer del análisis, de la reflexión, de entender que todo es articulado y complejo. La política como un deber ciudadano y no como excusa para el enfrentamiento. Estar en Milán es estar, forzosamente, al día.

Existe una "comunidad guatemalteca" en Italia?

Quizá sea exagerado decir “comunidad”, por el número. Hay muchísimos más peruanos y ecuatorianos, y también salvadoreños. Pero sí los hay, en los lugares menos esperados. Algunos para cursar estudios de arte, arquitectura, ingeniería o letras, materias en las que Italia es excelente. Otros en trabajos de servicio, en casas, hospitales o escuelas. Y, claro, el guatemalteco se distingue por ser menos bullicioso que sus paisanos latinoamericanos. Una función importante para cohesionar a los que viven allá la tienen las parroquias, centro de reunión por excelencia. 

Con qué aspecto de la vida en Italia te sientes más a gusto y cuál extrañas más de Guatemala?

En Italia, me siento más a gusto con su gente. Me refiero a mis amigos, que no son muchos (en Milán no hay tiempo de tener muchos amigos), pero que son entrañables y con los que nos vemos muy seguido. La buena costumbre italiana de invitar a cena a casa la seguimos con frecuencia. Hay una especie de competencia para ver quién ofrece las viandas más refinadas a los amigos. Y en esas cenas, las conversaciones son apasionadas, gesticulantes, acaloradas. También me refiero a mis alumnos, que me transmiten el idealismo y la exigencia típicos de la juventud y que no me permiten resignarme. Sería exagerado hablar de afecto por parte de los estudiantes, pero hay una excelente relación, y, dado el alto nivel de la Universidad italiana, la exigencia de leer, estudiar constantemente, para responder a ese nivel. De Guatemala extraño muchas cosas. Siempre digo que uno de los aspectos más agradables de retornar es que nadie me pregunta de dónde soy. Hablo como todos y nadie se extraña de mi acento. Soy profundamente guatemalteco, de modo que me muevo en Guatemala como Pedro por su casa. Me hace falta el aire ligeramente frío del altiplano. El paisaje verde y dulce. Los volcanes al horizonte. La gastronomía. La música. Y esa dulce languidez del hablar callado y dejarlo todo para otro día.

Me cuentan que vas a dejar la docencia: ¿te vas a dedicar más a la escritura? ¿Algún proyecto que nos quieras compartir?

En verdad la docencia aun no la voy a dejar. En Italia, cuando un profesor se jubila, se le ofrece un contrato que se prolonga según los deseos del profesor. Es un gesto muy humano, antigua y sabia cortesía, para no dejarlo a uno en el aire de la noche a la mañana. Poco a poco, imagino que uno se va cansando y deja la Universidad por su cuenta. Por otra parte, estoy a la cabeza del grupo italiano de un Proyecto Europeo llamado “Connected Worlds”, el Caribe como origen de la modernidad europea. Durará hasta el 2024 y en él participan 90 profesores de España, Francia, Alemania, Colombia, Chile, Costa Rica, Cuba, República Dominicana y Martinica. Este otoño tengo preparado un congreso sobre el tema, y llegan invitados, en estancias de un mes, varios profesores de distintos países. Así que estaré muy ocupado. Sobre la escritura de novelas y cuentos, llega cuando llega, y siempre uno encuentra el tiempo, si tiene vocación, de escribir algo. Por supuesto que tengo varios proyectos en el cajón, alguno de los cuales revelaré en la próxima feria de FILGUA.

Entrevista de Matteo Cattaneo


  • ENCUENTRO CON DANTE LIANO

    Apreciado intelectual, escritor y crítico literario guatemalteco, Dante Liano vive desde hace cuatro décadas en Italia, especialmente en Milán, donde ha sido docente de Literatura Española y Literatura Hispanoamericana en la “Università Cattolica”. La entrevista se realizó durante su reciente estancia en Guatemala.

    Querido Dante, antes que nada muchas gracias por tu inspiración y por el apoyo brindado al proyecto “Terra Amica”, la publicación sobre la presencia italiana en Guatemala que arrancó justamente a partir de la investigación sobre familias italianas en Centro América que tu realizaste hace dos décadas. ¿Qué te pareció el libro?

    Me gustó muchísimo, porque lo encuentro muy completo y me atrevería a decir: exhaustivo para las condiciones de investigación actuales en Guatemala. Es un trabajo muy riguroso y único. Desde la publicación del libro de los salesianos sobre los italianos en Centroamérica, en los años 30 del s. XX, no ha habido nada igual. Uno se da cuenta de la gran contribución de los italianos a la vida económica, religiosa y social del país. Me impresionó sobre todo la parte en que se habla de aquellos que practican una solidaridad concreta con los tantos pobres de este país, sin hacer ruido ni propaganda. Y en literatura, el rescate de los descendientes de italianos que han contribuido a la historia literaria de este país.

    Llevas casi 40 años viviendo en Italia. Italia ha sido para ti una "tierra amiga”? 

    Si no lo hubiera sido, no llevaría tanto tiempo allá… Solo puedo hablar bien de los tantos amigos que me han dado su confianza, su afecto, su hospitalidad y, en algunos casos, su hogar. En todos los campos de la vida, desde mi primera estancia en Florencia, quedé asombrado del sentido de solidaridad de los muchos italianos que me abrieron las puertas. En el campo profesional, con los altibajos que tiene en cualquier lugar una carrera, puedo decir que no tuve privilegios y tampoco hostilidad. Sobre todo en Milán, quien tiene deseos para trabajar, encuentra. Sin embargo, eso no basta. Es en el campo de los afectos familiares. Ha habido amigos y familias que han sido familia para nosotros, sus hijos que nos siguen buscando con el mismo cariño de cuando eran niños y nosotros jóvenes. En Florencia, en Feltre, en Milán, hay grandes amigos para toda la vida. 

    Cómo ha cambiado Italia en estos años, y cómo te ha cambiado?

    Italia ha cambiado mucho, junto con todo el mundo. Se habla de un cambio antropológico a partir de los años 90, de una cultura que pasó de ser estrictamente literaria y clásica, a una cultura globalizada, mediática y digital. Para dar un ejemplo, si antes, en el metro, uno veía a la gente con un libro en mano, ahora se les ve mandando y recibiendo mensajes con su móvil. La televisión pública y privada se ha revolucionado y ha revolucionado las costumbres. El influjo de los Estados Unidos es muy fuerte, incluso en los métodos educativos. ¿Cómo me ha cambiado Italia? Creo que la vida en Italia me ha dado un fuerte sentido de resiliencia, la cultura italiana me ha enseñado el arte de resolver los problemas en lugar de chocar contra ellos; de alguna manera, el gusto por la belleza y la elegancia han permeado mi visión del mundo. El placer del análisis, de la reflexión, de entender que todo es articulado y complejo. La política como un deber ciudadano y no como excusa para el enfrentamiento. Estar en Milán es estar, forzosamente, al día.

    Existe una "comunidad guatemalteca" en Italia?

    Quizá sea exagerado decir “comunidad”, por el número. Hay muchísimos más peruanos y ecuatorianos, y también salvadoreños. Pero sí los hay, en los lugares menos esperados. Algunos para cursar estudios de arte, arquitectura, ingeniería o letras, materias en las que Italia es excelente. Otros en trabajos de servicio, en casas, hospitales o escuelas. Y, claro, el guatemalteco se distingue por ser menos bullicioso que sus paisanos latinoamericanos. Una función importante para cohesionar a los que viven allá la tienen las parroquias, centro de reunión por excelencia. 

    Con qué aspecto de la vida en Italia te sientes más a gusto y cuál extrañas más de Guatemala?

    En Italia, me siento más a gusto con su gente. Me refiero a mis amigos, que no son muchos (en Milán no hay tiempo de tener muchos amigos), pero que son entrañables y con los que nos vemos muy seguido. La buena costumbre italiana de invitar a cena a casa la seguimos con frecuencia. Hay una especie de competencia para ver quién ofrece las viandas más refinadas a los amigos. Y en esas cenas, las conversaciones son apasionadas, gesticulantes, acaloradas. También me refiero a mis alumnos, que me transmiten el idealismo y la exigencia típicos de la juventud y que no me permiten resignarme. Sería exagerado hablar de afecto por parte de los estudiantes, pero hay una excelente relación, y, dado el alto nivel de la Universidad italiana, la exigencia de leer, estudiar constantemente, para responder a ese nivel. De Guatemala extraño muchas cosas. Siempre digo que uno de los aspectos más agradables de retornar es que nadie me pregunta de dónde soy. Hablo como todos y nadie se extraña de mi acento. Soy profundamente guatemalteco, de modo que me muevo en Guatemala como Pedro por su casa. Me hace falta el aire ligeramente frío del altiplano. El paisaje verde y dulce. Los volcanes al horizonte. La gastronomía. La música. Y esa dulce languidez del hablar callado y dejarlo todo para otro día.

    Me cuentan que vas a dejar la docencia: ¿te vas a dedicar más a la escritura? ¿Algún proyecto que nos quieras compartir?

    En verdad la docencia aun no la voy a dejar. En Italia, cuando un profesor se jubila, se le ofrece un contrato que se prolonga según los deseos del profesor. Es un gesto muy humano, antigua y sabia cortesía, para no dejarlo a uno en el aire de la noche a la mañana. Poco a poco, imagino que uno se va cansando y deja la Universidad por su cuenta. Por otra parte, estoy a la cabeza del grupo italiano de un Proyecto Europeo llamado “Connected Worlds”, el Caribe como origen de la modernidad europea. Durará hasta el 2024 y en él participan 90 profesores de España, Francia, Alemania, Colombia, Chile, Costa Rica, Cuba, República Dominicana y Martinica. Este otoño tengo preparado un congreso sobre el tema, y llegan invitados, en estancias de un mes, varios profesores de distintos países. Así que estaré muy ocupado. Sobre la escritura de novelas y cuentos, llega cuando llega, y siempre uno encuentra el tiempo, si tiene vocación, de escribir algo. Por supuesto que tengo varios proyectos en el cajón, alguno de los cuales revelaré en la próxima feria de FILGUA.

    Entrevista de Matteo Cattaneo