El cambio climático, a pesar de todos los problemas que plantea y los importantes impactos socioeconómicos que provoca, puede representar una oportunidad que no debe subestimarse para el mundo de la educación, la investigación y las empresas.
Una oportunidad para consolidar y, sobre todo, seguir desarrollando sinergias virtuosas y proactivas; orientada a definir e implementar estrategias adecuadas y concretas, ciertamente no para “contrarrestar” el cambio climático, sino para asegurar que los territorios y el tejido social y productivo puedan enfrentar sus consecuencias y mitigar sus impactos.
Entonces, realmente empecemos a construir lo que podríamos definir como una “alianza” entre el sistema universitario y el sistema productivo. Entre estos y los territorios.
Una alianza entre universidades y empresas para adaptarse al cambio climático puede ser una estrategia muy efectiva para abordar los desafíos globales relacionados con este fenómeno.
Las universidades, como centros de investigación e innovación, y las empresas como actores económicos, capaces de aplicar tecnologías y soluciones escalables. Juntos para desarrollar soluciones prácticas y sostenibles.
¿Pero cuáles son los posibles beneficios de tal alianza? Sin entrar en detalles, es bien sabido que las universidades pueden realizar y desarrollar estudios sobre cómo el cambio climático afecta, a diferentes escalas, a sectores específicos, como la agricultura, la energía o la gestión de los recursos hídricos. Las empresas pueden luego traducir los resultados de esta investigación en procesos de producción, técnicas, productos y servicios innovadores que sean más resilientes al cambio climático.
La innovación tecnológica (pensemos, por ejemplo, en el potencial de la IA), en el sentido más amplio, puede por tanto representar un resultado importante de esta sinergia. Pero al mismo tiempo, las universidades y las empresas deben invertir y comprometerse en la formación de personal cualificado; con competencias adecuadas en los temas de sostenibilidad y adaptación al cambio climático; creando una fuerza laboral preparada para afrontar los retos del futuro.
¿Es todo esto suficiente? Debemos tener, en nuestra opinión, el coraje y la coherencia de responder sencilla pero claramente: ¡NO!
Llevamos varios años hablando y escribiendo sobre estas sinergias entre el mundo académico y el empresarial, sin registrar sin embargo resultados concretos en los territorios. No hay duda de que, especialmente las grandes empresas, los grandes grupos industriales, han implementado estrategias de producción basadas en la sostenibilidad, pero impulsadas principalmente por la necesidad de reducir costos de producción.
La “resiliencia” ante los fenómenos relacionados con el cambio climático, sin embargo, es algo muy diferente. Mitigar los riesgos a los que están cada vez más expuestos los territorios (entendidos no sólo como espacios físicos y circunscritos, sino como realidades socioeconómicas complejas e interrelacionadas), presupone políticas públicas concretas y eficaces. Las universidades y las empresas al mismo tiempo pueden/deben influir en las políticas públicas a través del trabajo conjunto; lo que demuestra cómo el rigor técnico-científico también está asociado a la viabilidad industrial.
Es deseable construir y/o consolidar esta “alianza” también en Centroamérica, en el corto plazo, para enfrentar los efectos del cambio climático; para responder a los numerosos problemas críticos que enfrenta esta región. La colaboración entre estos dos actores puede contribuir significativamente al desarrollo de soluciones innovadoras, a la promoción de la investigación científica, al apoyo a la gobernanza nacional y local en la implementación de políticas de desarrollo sostenible y a la implementación de prácticas comerciales ambientalmente responsables. Una fuerte alianza y coordinación entre todos estos actores permitiría acelerar las múltiples acciones implementadas y orientadas a abordar y reducir los impactos del cambio climático, con beneficios a largo plazo para el medio ambiente, las economías locales y la sociedad en general.
Mario L. Rainone y Massimiliano Fazzini
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UNIVERSITÀ E IMPRESA, UN’ALLEANZA PER LE SFIDE DEL CAMBIAMENTO CLIMATICO
Il cambiamento climatico, pur con tutte le problematiche che ci sta ponendo e con i rilevanti impatti socioeconomici che sta causando, può rappresentare, per il mondo della formazione e della ricerca e per le imprese una opportunità da non sottovalutare. Un’opportunità per consolidare e, soprattutto, sviluppare ulteriormente sinergie virtuose e proattive; finalizzate a definire e attuare strategie adeguate e concrete, non certo per “contrastare” il cambio climatico, ma per garantire ai territori e al tessuto sociale e produttivo di affrontarne le conseguenze e mitigarne gli impatti.
Dunque, iniziare davvero a costruire quella che potremmo definire una “alleanza” tra il sistema universitario e il sistema produttivo. Tra questi e i territori.
Un'alleanza tra università e imprese per adattarsi al cambiamento climatico può rappresentare una strategia molto efficace per affrontare le sfide globali legate a questo fenomeno. Le università, come centri di ricerca e di innovazione e le imprese come attori economici, capaci di applicare tecnologie e soluzioni scalabili. Insieme per sviluppare soluzioni pratiche e sostenibili.
Ma quali i possibili benefici di una simile alleanza? Senza entrare in dettaglio, è ben noto come le università possano condurre e sviluppare studi su come il cambiamento climatico influisca, a differente scala, su specifici settori, come l'agricoltura, l'energia o la gestione delle risorse idriche. Le imprese possono poi tradurre i risultati di tali ricerche in processi di produzione innovativi, in tecniche, prodotti e servizi più resilienti ai cambiamenti climatici.
L’innovazione tecnologica (si pensi ad esempio alle potenzialità dell’IA) nel più ampio significato, può dunque rappresentare un importante risultato di questa sinergia. Ma al tempo stesso università e imprese devono investire e profondere impegno nella formazione di personale qualificato; con competenze adeguate nei temi della sostenibilità, dell’adattamento al cambio climatico; creando una forza lavoro pronta ad affrontare le sfide future.
È sufficiente tutto ciò? Dobbiamo avere, a nostro giudizio, il coraggio e la coerenza di rispondere in maniera semplice ma altrettanto chiara: NO!
Parliamo e scriviamo da diversi anni, di queste sinergie tra il mondo accademico e quello delle imprese, senza però registrare concreti risultati sui territori. È indubbio che, soprattutto le grandi Aziende, i grandi gruppi industriali, hanno messo in atto strategie produttive basate sulla sostenibilità ma principalmente mosse dalla necessità di ridurre i costi di produzione.
La “resilienza” ai fenomeni connessi con i cambiamenti climatici è però ben altra cosa. Mitigare i rischi a cui i territori (intesi non solo come ambiti fisici e circoscritti, ma come realtà socioeconomiche complesse e interrelate), sono sempre più esposti, presuppone politiche pubbliche concrete ed efficaci.
Le università e le imprese allo stesso tempo possono/devono influenzare le politiche pubbliche attraverso un lavoro congiunto; che dimostri come ad un rigore tecnico-scientifico si associ anche una praticabilità a livello industriale.
È auspicabile costruire e/o consolidare anche in Centro America, in tempi brevi, questa “alleanza” per affrontare gli effetti del cambiamento climatico; per rispondere alle tante criticità che questa regione sta affrontando.
La collaborazione tra questi due attori può contribuire in modo significativo a sviluppare soluzioni innovative, promuovere la ricerca scientifica, affiancare le governance nazionali e locali a mettere in atto politiche di sviluppo sostenibile e implementare pratiche aziendali ecologicamente responsabili.
Un'alleanza forte e un coordinamento tra tutti questi attori consentirebbe un’accelerazione delle tante azioni poste in atto e finalizzate ad affrontare e ridurre gli impatti del cambiamento climatico, con benefici a lungo termine per l'ambiente, le economie locali e la società in generale.
Mario L. Rainone & Massimiliano Fazzini
El cambio climático, a pesar de todos los problemas que plantea y los importantes impactos socioeconómicos que provoca, puede representar una oportunidad que no debe subestimarse para el mundo de la educación, la investigación y las empresas.
Una oportunidad para consolidar y, sobre todo, seguir desarrollando sinergias virtuosas y proactivas; orientada a definir e implementar estrategias adecuadas y concretas, ciertamente no para “contrarrestar” el cambio climático, sino para asegurar que los territorios y el tejido social y productivo puedan enfrentar sus consecuencias y mitigar sus impactos.
Entonces, realmente empecemos a construir lo que podríamos definir como una “alianza” entre el sistema universitario y el sistema productivo. Entre estos y los territorios.
Una alianza entre universidades y empresas para adaptarse al cambio climático puede ser una estrategia muy efectiva para abordar los desafíos globales relacionados con este fenómeno.
Las universidades, como centros de investigación e innovación, y las empresas como actores económicos, capaces de aplicar tecnologías y soluciones escalables. Juntos para desarrollar soluciones prácticas y sostenibles.
¿Pero cuáles son los posibles beneficios de tal alianza? Sin entrar en detalles, es bien sabido que las universidades pueden realizar y desarrollar estudios sobre cómo el cambio climático afecta, a diferentes escalas, a sectores específicos, como la agricultura, la energía o la gestión de los recursos hídricos. Las empresas pueden luego traducir los resultados de esta investigación en procesos de producción, técnicas, productos y servicios innovadores que sean más resilientes al cambio climático.
La innovación tecnológica (pensemos, por ejemplo, en el potencial de la IA), en el sentido más amplio, puede por tanto representar un resultado importante de esta sinergia. Pero al mismo tiempo, las universidades y las empresas deben invertir y comprometerse en la formación de personal cualificado; con competencias adecuadas en los temas de sostenibilidad y adaptación al cambio climático; creando una fuerza laboral preparada para afrontar los retos del futuro.
¿Es todo esto suficiente? Debemos tener, en nuestra opinión, el coraje y la coherencia de responder sencilla pero claramente: ¡NO!
Llevamos varios años hablando y escribiendo sobre estas sinergias entre el mundo académico y el empresarial, sin registrar sin embargo resultados concretos en los territorios. No hay duda de que, especialmente las grandes empresas, los grandes grupos industriales, han implementado estrategias de producción basadas en la sostenibilidad, pero impulsadas principalmente por la necesidad de reducir costos de producción.
La “resiliencia” ante los fenómenos relacionados con el cambio climático, sin embargo, es algo muy diferente. Mitigar los riesgos a los que están cada vez más expuestos los territorios (entendidos no sólo como espacios físicos y circunscritos, sino como realidades socioeconómicas complejas e interrelacionadas), presupone políticas públicas concretas y eficaces. Las universidades y las empresas al mismo tiempo pueden/deben influir en las políticas públicas a través del trabajo conjunto; lo que demuestra cómo el rigor técnico-científico también está asociado a la viabilidad industrial.
Es deseable construir y/o consolidar esta “alianza” también en Centroamérica, en el corto plazo, para enfrentar los efectos del cambio climático; para responder a los numerosos problemas críticos que enfrenta esta región. La colaboración entre estos dos actores puede contribuir significativamente al desarrollo de soluciones innovadoras, a la promoción de la investigación científica, al apoyo a la gobernanza nacional y local en la implementación de políticas de desarrollo sostenible y a la implementación de prácticas comerciales ambientalmente responsables. Una fuerte alianza y coordinación entre todos estos actores permitiría acelerar las múltiples acciones implementadas y orientadas a abordar y reducir los impactos del cambio climático, con beneficios a largo plazo para el medio ambiente, las economías locales y la sociedad en general.
Mario L. Rainone y Massimiliano Fazzini
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UNIVERSITÀ E IMPRESA, UN’ALLEANZA PER LE SFIDE DEL CAMBIAMENTO CLIMATICO
Il cambiamento climatico, pur con tutte le problematiche che ci sta ponendo e con i rilevanti impatti socioeconomici che sta causando, può rappresentare, per il mondo della formazione e della ricerca e per le imprese una opportunità da non sottovalutare. Un’opportunità per consolidare e, soprattutto, sviluppare ulteriormente sinergie virtuose e proattive; finalizzate a definire e attuare strategie adeguate e concrete, non certo per “contrastare” il cambio climatico, ma per garantire ai territori e al tessuto sociale e produttivo di affrontarne le conseguenze e mitigarne gli impatti.
Dunque, iniziare davvero a costruire quella che potremmo definire una “alleanza” tra il sistema universitario e il sistema produttivo. Tra questi e i territori.
Un'alleanza tra università e imprese per adattarsi al cambiamento climatico può rappresentare una strategia molto efficace per affrontare le sfide globali legate a questo fenomeno. Le università, come centri di ricerca e di innovazione e le imprese come attori economici, capaci di applicare tecnologie e soluzioni scalabili. Insieme per sviluppare soluzioni pratiche e sostenibili.
Ma quali i possibili benefici di una simile alleanza? Senza entrare in dettaglio, è ben noto come le università possano condurre e sviluppare studi su come il cambiamento climatico influisca, a differente scala, su specifici settori, come l'agricoltura, l'energia o la gestione delle risorse idriche. Le imprese possono poi tradurre i risultati di tali ricerche in processi di produzione innovativi, in tecniche, prodotti e servizi più resilienti ai cambiamenti climatici.
L’innovazione tecnologica (si pensi ad esempio alle potenzialità dell’IA) nel più ampio significato, può dunque rappresentare un importante risultato di questa sinergia. Ma al tempo stesso università e imprese devono investire e profondere impegno nella formazione di personale qualificato; con competenze adeguate nei temi della sostenibilità, dell’adattamento al cambio climatico; creando una forza lavoro pronta ad affrontare le sfide future.
È sufficiente tutto ciò? Dobbiamo avere, a nostro giudizio, il coraggio e la coerenza di rispondere in maniera semplice ma altrettanto chiara: NO!
Parliamo e scriviamo da diversi anni, di queste sinergie tra il mondo accademico e quello delle imprese, senza però registrare concreti risultati sui territori. È indubbio che, soprattutto le grandi Aziende, i grandi gruppi industriali, hanno messo in atto strategie produttive basate sulla sostenibilità ma principalmente mosse dalla necessità di ridurre i costi di produzione.
La “resilienza” ai fenomeni connessi con i cambiamenti climatici è però ben altra cosa. Mitigare i rischi a cui i territori (intesi non solo come ambiti fisici e circoscritti, ma come realtà socioeconomiche complesse e interrelate), sono sempre più esposti, presuppone politiche pubbliche concrete ed efficaci.
Le università e le imprese allo stesso tempo possono/devono influenzare le politiche pubbliche attraverso un lavoro congiunto; che dimostri come ad un rigore tecnico-scientifico si associ anche una praticabilità a livello industriale.
È auspicabile costruire e/o consolidare anche in Centro America, in tempi brevi, questa “alleanza” per affrontare gli effetti del cambiamento climatico; per rispondere alle tante criticità che questa regione sta affrontando.
La collaborazione tra questi due attori può contribuire in modo significativo a sviluppare soluzioni innovative, promuovere la ricerca scientifica, affiancare le governance nazionali e locali a mettere in atto politiche di sviluppo sostenibile e implementare pratiche aziendali ecologicamente responsabili.
Un'alleanza forte e un coordinamento tra tutti questi attori consentirebbe un’accelerazione delle tante azioni poste in atto e finalizzate ad affrontare e ridurre gli impatti del cambiamento climatico, con benefici a lungo termine per l'ambiente, le economie locali e la società in generale.
Mario L. Rainone & Massimiliano Fazzini