Federico Liberati: el corazón italiano que echó raíces en Guatemala
Hay vidas que dejan una huella silenciosa pero imborrable. La del Ing. Federico Liberati es una de ellas. Su historia está hecha de decisiones valientes, trabajo incansable y un amor profundo por dos tierras que marcaron su vida: Italia y Guatemala.
Nació en Italia, en el pueblo de Monterosi, hijo de Giuseppe Liberati y María, de raíces romanas. Desde joven mostró un carácter decidido y una mente brillante, lo que lo llevó a convertirse en ingeniero mecánico industrial. Era un hombre con visión, y un día, al leer el periódico, encontró un anuncio que cambiaría su vida: una empresa en Guatemala buscaba un ingeniero italiano.
Ese llamado despertó algo en su interior. Sin dudarlo demasiado, se despidió de su tierra natal y zarpó del puerto de Génova el 11 de agosto de 1954. Después de un largo viaje por mar, llegó a Guatemala el 4 de octubre de ese mismo año. Lo esperaba un país lleno de retos, con paisajes nuevos, climas intensos y una obra de gran envergadura: la carretera al Atlántico, desde El Rancho hasta Puerto Barrios.
En 1955, la zona era todavía selva. Federico trabajó entre lodo, lluvias, animales salvajes y enfermedades. El paludismo lo golpeó con fuerza, pero su voluntad fue más fuerte. Con determinación y compromiso, formó parte de una de las construcciones más importantes de la época, que ayudaría a conectar regiones y a impulsar el desarrollo del país.
Fue en la ciudad donde conoció a una mujer guatemalteca que le cambió la vida. Se enamoraron profundamente, formaron una familia y juntos tuvieron tres hijos: Italo, Mitzi Florentina y Gretel.
Aunque hizo de Guatemala su hogar, Federico nunca dejó de extrañar Italia. Hablaba de su país con cariño, recordando sus paisajes, sus costumbres y su gente, pero su vida ya estaba ligada a esta nueva tierra donde había echado raíces.
Aún se conserva su pasaporte italiano, con la fotografía de un joven decidido y su firma clara. Ese documento, fechado en julio de 1954, es testigo de un comienzo: el inicio de una vida nueva, construida con esfuerzo, amor y dignidad.
Si hijo Italo Liberati viajó a Italia y presto servicio militar entretejiendo sus orígenes Italianos y si hija Gretel busco sus raíces viajando hacia Italia donde tuvo dos hijos creando lazos profundos con la descendencia de su padre.
Federico Liberati fue más que un ingeniero. Fue un hombre íntegro, comprometido con su trabajo, su familia y sus ideales. Dejó una huella profunda en quienes lo conocieron, y su legado vive en los caminos que ayudó a trazar, en sus hijos, en sus nietos, y en el recuerdo de una vida bien vivida.
Italia, mi patria eterna: aunque la vida me llevó lejos, tu recuerdo nunca se apartó de mí. Con gratitud y orgullo por lo que soy, y por lo que siempre seré: tu hijo.
Gretel Liberati
Federico Liberati: el corazón italiano que echó raíces en Guatemala
Hay vidas que dejan una huella silenciosa pero imborrable. La del Ing. Federico Liberati es una de ellas. Su historia está hecha de decisiones valientes, trabajo incansable y un amor profundo por dos tierras que marcaron su vida: Italia y Guatemala.
Nació en Italia, en el pueblo de Monterosi, hijo de Giuseppe Liberati y María, de raíces romanas. Desde joven mostró un carácter decidido y una mente brillante, lo que lo llevó a convertirse en ingeniero mecánico industrial. Era un hombre con visión, y un día, al leer el periódico, encontró un anuncio que cambiaría su vida: una empresa en Guatemala buscaba un ingeniero italiano.
Ese llamado despertó algo en su interior. Sin dudarlo demasiado, se despidió de su tierra natal y zarpó del puerto de Génova el 11 de agosto de 1954. Después de un largo viaje por mar, llegó a Guatemala el 4 de octubre de ese mismo año. Lo esperaba un país lleno de retos, con paisajes nuevos, climas intensos y una obra de gran envergadura: la carretera al Atlántico, desde El Rancho hasta Puerto Barrios.
En 1955, la zona era todavía selva. Federico trabajó entre lodo, lluvias, animales salvajes y enfermedades. El paludismo lo golpeó con fuerza, pero su voluntad fue más fuerte. Con determinación y compromiso, formó parte de una de las construcciones más importantes de la época, que ayudaría a conectar regiones y a impulsar el desarrollo del país.
Fue en la ciudad donde conoció a una mujer guatemalteca que le cambió la vida. Se enamoraron profundamente, formaron una familia y juntos tuvieron tres hijos: Italo, Mitzi Florentina y Gretel.
Aunque hizo de Guatemala su hogar, Federico nunca dejó de extrañar Italia. Hablaba de su país con cariño, recordando sus paisajes, sus costumbres y su gente, pero su vida ya estaba ligada a esta nueva tierra donde había echado raíces.
Aún se conserva su pasaporte italiano, con la fotografía de un joven decidido y su firma clara. Ese documento, fechado en julio de 1954, es testigo de un comienzo: el inicio de una vida nueva, construida con esfuerzo, amor y dignidad.
Si hijo Italo Liberati viajó a Italia y presto servicio militar entretejiendo sus orígenes Italianos y si hija Gretel busco sus raíces viajando hacia Italia donde tuvo dos hijos creando lazos profundos con la descendencia de su padre.
Federico Liberati fue más que un ingeniero. Fue un hombre íntegro, comprometido con su trabajo, su familia y sus ideales. Dejó una huella profunda en quienes lo conocieron, y su legado vive en los caminos que ayudó a trazar, en sus hijos, en sus nietos, y en el recuerdo de una vida bien vivida.
Italia, mi patria eterna: aunque la vida me llevó lejos, tu recuerdo nunca se apartó de mí. Con gratitud y orgullo por lo que soy, y por lo que siempre seré: tu hijo.
Gretel Liberati