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DELEGACIÓN DE GUATEMALA DESTACA EN EL FORO PYMES 2025
CALENDARIO 2026 “VOCES DEL AGUA”
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DÍAS Y MUJERES

En los 70 tenía yo poco menos de 20 años, estudiaba en la Universidad de Turín y participé en unos encuentros de grupos feministas, que en aquel entonces eran casi diarios. El tema era crucial y la batalla de todos los días en una familia, la mía, llena de mujeres. Muchos años después, viviendo en Guatemala, participé en una reunión sobre el tema del feminismo en la Universidad de San Carlos. El debate me catapultó atrás de treinta años y una sonrisa amarga me surgió pensando que no se había hecho mucho camino. Unos años más tarde tuve la suerte de vivir en Egipto al tiempo de la “primavera árabe”. Allí el tema central no era seguramente la condición de la mujer, sino de todo un país, sin embargo, la atención de los observadores y periodistas extranjeros se focalizaba sobre todo en las mujeres y su hijab, el velo símbolo de la mujer árabe. El 8 de marzo de 2011, a poco más de un mes del principio de la “revolución”, quería ver como se iba a celebrar el día de la mujer en aquel contexto cultural y momento histórico. El parque central, la famosa Midán Tahrir, como de costumbre en aquellos días, era un hormiguero de hombres y mujeres, niños y niñas, que siempre habían recibido con simpatía a los extranjeros. El 8 de marzo en la muchedumbre se encontraba gente de todos los países, incluyendo unas “canches” delgaditas y altísimas, de pelo largo y piel blanquísima, llevando carteles sobre el empoderamiento de la mujer. De repente fue muy claro que el tema era un tabú y que ni hombres ni mujeres querían ponerlo al centro de las libertades reclamadas. Tuvimos que marcharnos rápidamente, canches y morenas, con y sin carteles, empujadas con muy poca delicadez y con palabras que, sin ser comprensibles, eran muy elocuentes. 

Desde siempre, tradición, cultura, religión se confunden, la política se mezcla y las mujeres terminan por ser una vez más al centro sin ser vencedoras. Es lo que está trágicamente pasando en Irán y en muchos otros países. ¿Y qué pasa en nuestro mundo “adelantado”? En 1884 Friedrich Engels, en El origen de la familia, la propiedad privada y el Estado escribía que “En la familia, el hombre es el burgués; la mujer es el proletariado”. ¿No será que todavía estamos allí? 

Parecería que no: en el occidente del mundo las mujeres son líderes, dirigen empresas, municipalidades, partidos, gobiernos. Al mismo tiempo siguen siendo víctimas de “feminicidio”, de discriminación en el campo laboral y salarial, con pocos privilegios (por ejemplo, en la edad de la jubilación y en caso de divorcio) que se reducen más y más. 

En este mes de marzo el debate se ha animado sobre el sentido y la manera de seguir celebrando la “fiesta de la mujer” (es la definición corriente en Italia). Los días internacionales sensibilizan al público sobre temas de gran interés y solicitan los Gobiernos para la toma de medidas políticas concretas; ésta fue precisamente la razón por la cual nació el “día internacional de la mujer” en 1909 en los EU, reivindicando el derecho al voto. La fecha del 8 de marzo se eligió en Rusia en memoria de la manifestación de 1917, de las mujeres de San Petersburgo contra el zar. No hay evidencias históricas para confirmar la fecha del incendio en la fábrica de Nueva York en 1857 donde murieron las obreras, encerradas para impedir su huelga.

¿Cuál es la condición y cuál el rol de la mujer en Italia? La presencia en la política de alto nivel por fin está cosa hecha. Pero nada más: desde el punto de vista laboral, en las estadísticas europeas Italia se encuentra en el penúltimo lugar, a pocos puntos de Grecia. A pesar del evidente cambio cultural que se ha producido en las últimas décadas (la publicidad nos propone hombres solteros cargando bebes y tratando de resolver los problemas de la lavadora!!!), según los últimos datos del Istat el 67% del trabajo doméstico y de cuidado de la familia en pareja sigue siendo realizado por mujeres. Inevitablemente esto se repercute en el ámbito laboral, donde la discriminación de género sigue siendo sistemática: trabajos a tiempo parcial, funciones reducidas, salarios más bajos, a igual trabajo e igual responsabilidad, la mujeres ganan ¾ de lo que gana un hombre; 40% de la empresas declaran preferir asumir hombres puesto que las mujeres en algún momento tendrán hijos o se asumirán la responsabilidad de sus padres. Frente a la necesidad de elegir y al costo de una familia, se registra una fuerte baja de natalidad (1,2 hijos por mujer) y un aumento de la edad media del primer parto (31 años), con el record europeo de partos sobre los 40 años. 

Por supuesto tenemos también unas excelencias: Grazia Deledda, Nobel de literatura (1926); Rita Levi Montalcini, turinesa, Nobel de medicina (1986); Samantha Cristoforetti, astronauta y primera mujer europea al mando de la Estación Espacial Internacional (2022), para nombrar las más reconocidas y dejando de un lado el showbusiness… Turín cuenta con dos record curiosos: Maria Farnè Veledda fue la segunda mujer graduada en el Reino de Italia (en medicina, 1878); Ernestina Prola, piloto, fue la primera mujer italiana con carnet de conducir (1907), cierto favorecida por ser  Turín la capital italiana del automóvil y, entre paréntesis, en italiano, como lo escribió Gabriele D’Annunzio, automóvil es un substantivo femenino porque «LA automóbil tiene la gracia, la esbeltez, la vivacidad de una seductora; tiene una virtud desconocida por las mujeres: la obediencia perfecta, pero, por otro lado, de las mujeres tiene la misma levedad para superar cualquier aspereza.»  

Lucia Bonato


  • DÍAS Y MUJERES

    En los 70 tenía yo poco menos de 20 años, estudiaba en la Universidad de Turín y participé en unos encuentros de grupos feministas, que en aquel entonces eran casi diarios. El tema era crucial y la batalla de todos los días en una familia, la mía, llena de mujeres. Muchos años después, viviendo en Guatemala, participé en una reunión sobre el tema del feminismo en la Universidad de San Carlos. El debate me catapultó atrás de treinta años y una sonrisa amarga me surgió pensando que no se había hecho mucho camino. Unos años más tarde tuve la suerte de vivir en Egipto al tiempo de la “primavera árabe”. Allí el tema central no era seguramente la condición de la mujer, sino de todo un país, sin embargo, la atención de los observadores y periodistas extranjeros se focalizaba sobre todo en las mujeres y su hijab, el velo símbolo de la mujer árabe. El 8 de marzo de 2011, a poco más de un mes del principio de la “revolución”, quería ver como se iba a celebrar el día de la mujer en aquel contexto cultural y momento histórico. El parque central, la famosa Midán Tahrir, como de costumbre en aquellos días, era un hormiguero de hombres y mujeres, niños y niñas, que siempre habían recibido con simpatía a los extranjeros. El 8 de marzo en la muchedumbre se encontraba gente de todos los países, incluyendo unas “canches” delgaditas y altísimas, de pelo largo y piel blanquísima, llevando carteles sobre el empoderamiento de la mujer. De repente fue muy claro que el tema era un tabú y que ni hombres ni mujeres querían ponerlo al centro de las libertades reclamadas. Tuvimos que marcharnos rápidamente, canches y morenas, con y sin carteles, empujadas con muy poca delicadez y con palabras que, sin ser comprensibles, eran muy elocuentes. 

    Desde siempre, tradición, cultura, religión se confunden, la política se mezcla y las mujeres terminan por ser una vez más al centro sin ser vencedoras. Es lo que está trágicamente pasando en Irán y en muchos otros países. ¿Y qué pasa en nuestro mundo “adelantado”? En 1884 Friedrich Engels, en El origen de la familia, la propiedad privada y el Estado escribía que “En la familia, el hombre es el burgués; la mujer es el proletariado”. ¿No será que todavía estamos allí? 

    Parecería que no: en el occidente del mundo las mujeres son líderes, dirigen empresas, municipalidades, partidos, gobiernos. Al mismo tiempo siguen siendo víctimas de “feminicidio”, de discriminación en el campo laboral y salarial, con pocos privilegios (por ejemplo, en la edad de la jubilación y en caso de divorcio) que se reducen más y más. 

    En este mes de marzo el debate se ha animado sobre el sentido y la manera de seguir celebrando la “fiesta de la mujer” (es la definición corriente en Italia). Los días internacionales sensibilizan al público sobre temas de gran interés y solicitan los Gobiernos para la toma de medidas políticas concretas; ésta fue precisamente la razón por la cual nació el “día internacional de la mujer” en 1909 en los EU, reivindicando el derecho al voto. La fecha del 8 de marzo se eligió en Rusia en memoria de la manifestación de 1917, de las mujeres de San Petersburgo contra el zar. No hay evidencias históricas para confirmar la fecha del incendio en la fábrica de Nueva York en 1857 donde murieron las obreras, encerradas para impedir su huelga.

    ¿Cuál es la condición y cuál el rol de la mujer en Italia? La presencia en la política de alto nivel por fin está cosa hecha. Pero nada más: desde el punto de vista laboral, en las estadísticas europeas Italia se encuentra en el penúltimo lugar, a pocos puntos de Grecia. A pesar del evidente cambio cultural que se ha producido en las últimas décadas (la publicidad nos propone hombres solteros cargando bebes y tratando de resolver los problemas de la lavadora!!!), según los últimos datos del Istat el 67% del trabajo doméstico y de cuidado de la familia en pareja sigue siendo realizado por mujeres. Inevitablemente esto se repercute en el ámbito laboral, donde la discriminación de género sigue siendo sistemática: trabajos a tiempo parcial, funciones reducidas, salarios más bajos, a igual trabajo e igual responsabilidad, la mujeres ganan ¾ de lo que gana un hombre; 40% de la empresas declaran preferir asumir hombres puesto que las mujeres en algún momento tendrán hijos o se asumirán la responsabilidad de sus padres. Frente a la necesidad de elegir y al costo de una familia, se registra una fuerte baja de natalidad (1,2 hijos por mujer) y un aumento de la edad media del primer parto (31 años), con el record europeo de partos sobre los 40 años. 

    Por supuesto tenemos también unas excelencias: Grazia Deledda, Nobel de literatura (1926); Rita Levi Montalcini, turinesa, Nobel de medicina (1986); Samantha Cristoforetti, astronauta y primera mujer europea al mando de la Estación Espacial Internacional (2022), para nombrar las más reconocidas y dejando de un lado el showbusiness… Turín cuenta con dos record curiosos: Maria Farnè Veledda fue la segunda mujer graduada en el Reino de Italia (en medicina, 1878); Ernestina Prola, piloto, fue la primera mujer italiana con carnet de conducir (1907), cierto favorecida por ser  Turín la capital italiana del automóvil y, entre paréntesis, en italiano, como lo escribió Gabriele D’Annunzio, automóvil es un substantivo femenino porque «LA automóbil tiene la gracia, la esbeltez, la vivacidad de una seductora; tiene una virtud desconocida por las mujeres: la obediencia perfecta, pero, por otro lado, de las mujeres tiene la misma levedad para superar cualquier aspereza.»  

    Lucia Bonato