LA EXCELENCIA DEL MADE IN ITALY EN EL DEPORTE:
EL CINE Y LA MOLE EN TURÍN
PATROCINADORES 39° EDICIÓN
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L’EGITTO A TORINO

Hace casi unos veinte años, Turín empezò a quitarse el uniforme de ciudad obrera para ingresar en el círculo muy exclusivo de las “città d’arte”. La ocasión fueron los juegos olímpicos de invierno de 2006. El top de los museos visitados, siempre es el Museo Egipcio, en el centro histórico de la ciudad, en el Palacio barroco de la Academia de las Ciencias (siglo XVII). 

«Para mí, el camino de Menfis y Tebe pasa por Turín» exclamó Champollion clasificando científicamente la colección de antigüedades que el rey iba a exponer en un museo expresamente dedicado al antiguo Egipto. ¿Quién es Champollion? Es el egiptólogo francés que logró descifrar los jeroglíficos gracias a la Piedra de Rosette. 

Era el año 1824, el rey era Carlo Felice, sexto rey de Cerdeña (1821-1831). A pesar del apodo de Carlo Feroce por la violenta represión de todas las ambiciones revolucionarias, y de no querer mucho Turín y a los piamonteses que habían apoyado a Napoleón, el rey hizo cosas importantes que le merecen ser recordado en la toponomástica de la ciudad y del país: creó unas empresas que siguen existiendo (Reale Mutua Assicurazioni y Cassa di risparmio di Torino) y adquirió la colección de antigüedades de Egipto de Bernardino Drovetti, cónsul de Francia en El Cairo en la época de la campaña napoleónica.

¿Pero por qué el museo egipcio más antiguo del mundo se encuentra en Turín? 

Los historiadores Tommaso Pingone (Augusta Taurinorum, 1577) y Emanuele Tesauro (Historia della Augusta città di Torino, 1679) narran las raíces nobles y gloriosas de la dinastía y de la ciudad. Según la leyenda, el príncipe egipcio Erídano conquistó la Liguria en 1523 a.C., y después fundó a orillas del río Po el primer núcleo de la ciudad que llamó Taurina en honor de Apis, divinidad egipcia representada con cabeza de toro. La leyenda no solamente confirma el origen mítico de la ciudad, sino también una fundación de mucho anterior a la de Roma. Estos orígenes debían ennoblecer la ciudad y legitimar el poder del duque Emanuele Filiberto de Saboya que, en 1563, trasladó de Chambéry a Turín la capital de su ducado, debido a la posición estratégica de la ciudad y a la imposibilidad de expandirse del lado francés. El descubrimiento de una inscripción dedicada a la diosa egipcia Isis, fue el pretexto para alimentar la frágil leyenda de los lazos con el Antiguo Egipto. 

El primer objeto importante de la colección fue la “Mensa Isíaca”, una tablilla de bronce que, a pesar de ser un artefacto romano, despertó un enorme interés que pronto se transformó en verdadera “egiptomanía”. Siguieron tres estatuas colosales: el faraón Ramsés II y las diosas Sekhmet e Isis, que el egiptólogo Vitaliano Donati trajo de su expedición (1759-1762).  

Con Napoleón llegamos a la moda de coleccionar antigüedades egipcias. Bernardino Drovetti, piamontés, cónsul general de Francia durante la campaña napoleónica en Egipto (1798-1801), gracias a su talento diplomático y la amistad con Mohamed Ali, virrey de Egypto, coleccionó estatuas, sarcófagos, momias, papiros, amuletos y diversas joyas. Drovetti era solo uno de los numerosos cónsules que participaban en una verdadera caza del tesoro sin reglas: competencia exacerbada, búsquedas indiscriminadas, saqueos que solo se detuvieron en 1858 cuando el egiptólogo Auguste Mariette reguló la exportación y el comercio de antigüedades. 

Regresando a Bernardino Drovetti, con él estamos en las vísperas del nacimiento del museo: Francia y Reino de Cerdeña se enfrentaban en largas y complicadas negociaciones para adquirir la "gran colección". Allí llegó otro protagonista de la historia del museo, Carlo Vidua Conde de Conzano, con una intuición genial para justificar el pago de un precio colosal: la importancia y el prestigio que la compra podría traer a la ciudad de Turín y al Reino de Cerdeña: «[…] Desidero, che i forestieri non possano più dire: Turin est une ville fort jolie, fort régulière, mais il n’y a presque rien à voir (Torino è una città molto carina, molto regolare ma non vi è quasi nulla da vedere). [...] Il Piemonte avrà dunque la gloria di conservare, e di mostrare agli stranieri una raccolta unica, e formata da un suo figlio, e sarà l’Italia quella che possiederà il primo e il più ampio museo Egizio in Torino, come possiede la prima raccolta di sculture Greche e Romane in Roma, e la prima di tutte le gallerie in Firenze» (carta de Carlo Carlo Vidua a Cesare Saluzzo, 3 de agosto de 1820)* 

Así fue que se llegó a firmar el contrato e inaugurar el museo. A principio del siglo XX el nuevo director Ernesto Schiaparelli fundó la Misión Arqueológica Italiana, cuyas expediciones realizaron la trasformación de un museo de antigüedades en uno de arqueología. En 2015 Christian Greco, el nuevo dinámico e incansable director, inauguró la nueva extraordinaria presentación de un museo que se prepara a celebrar sus doscientos años en 2024.

*Ojalá los extranjeros ya no puedan decir: Turin est une ville fort jolie, fort régulière, mais il n'y a presque rien à voir (Turín es una ciudad muy bonita, muy normal, pero no hay casi nada que ver). [...] Piamonte tendrá, por tanto, la gloria de conservar y mostrar a los extranjeros una colección única, formada por uno de sus hijos, e Italia será la que poseerá el primer y más grande museo egipcio en Turín, como posee la primera colección de esculturas griegas y romanas en Roma, y la primera de todas las galerías en Florencia» (Carlo Carlo Vidua a Cesare Saluzzo, 3 de agosto de 1820). 

Lucia Bonato


  • L’EGITTO A TORINO

    Hace casi unos veinte años, Turín empezò a quitarse el uniforme de ciudad obrera para ingresar en el círculo muy exclusivo de las “città d’arte”. La ocasión fueron los juegos olímpicos de invierno de 2006. El top de los museos visitados, siempre es el Museo Egipcio, en el centro histórico de la ciudad, en el Palacio barroco de la Academia de las Ciencias (siglo XVII). 

    «Para mí, el camino de Menfis y Tebe pasa por Turín» exclamó Champollion clasificando científicamente la colección de antigüedades que el rey iba a exponer en un museo expresamente dedicado al antiguo Egipto. ¿Quién es Champollion? Es el egiptólogo francés que logró descifrar los jeroglíficos gracias a la Piedra de Rosette. 

    Era el año 1824, el rey era Carlo Felice, sexto rey de Cerdeña (1821-1831). A pesar del apodo de Carlo Feroce por la violenta represión de todas las ambiciones revolucionarias, y de no querer mucho Turín y a los piamonteses que habían apoyado a Napoleón, el rey hizo cosas importantes que le merecen ser recordado en la toponomástica de la ciudad y del país: creó unas empresas que siguen existiendo (Reale Mutua Assicurazioni y Cassa di risparmio di Torino) y adquirió la colección de antigüedades de Egipto de Bernardino Drovetti, cónsul de Francia en El Cairo en la época de la campaña napoleónica.

    ¿Pero por qué el museo egipcio más antiguo del mundo se encuentra en Turín? 

    Los historiadores Tommaso Pingone (Augusta Taurinorum, 1577) y Emanuele Tesauro (Historia della Augusta città di Torino, 1679) narran las raíces nobles y gloriosas de la dinastía y de la ciudad. Según la leyenda, el príncipe egipcio Erídano conquistó la Liguria en 1523 a.C., y después fundó a orillas del río Po el primer núcleo de la ciudad que llamó Taurina en honor de Apis, divinidad egipcia representada con cabeza de toro. La leyenda no solamente confirma el origen mítico de la ciudad, sino también una fundación de mucho anterior a la de Roma. Estos orígenes debían ennoblecer la ciudad y legitimar el poder del duque Emanuele Filiberto de Saboya que, en 1563, trasladó de Chambéry a Turín la capital de su ducado, debido a la posición estratégica de la ciudad y a la imposibilidad de expandirse del lado francés. El descubrimiento de una inscripción dedicada a la diosa egipcia Isis, fue el pretexto para alimentar la frágil leyenda de los lazos con el Antiguo Egipto. 

    El primer objeto importante de la colección fue la “Mensa Isíaca”, una tablilla de bronce que, a pesar de ser un artefacto romano, despertó un enorme interés que pronto se transformó en verdadera “egiptomanía”. Siguieron tres estatuas colosales: el faraón Ramsés II y las diosas Sekhmet e Isis, que el egiptólogo Vitaliano Donati trajo de su expedición (1759-1762).  

    Con Napoleón llegamos a la moda de coleccionar antigüedades egipcias. Bernardino Drovetti, piamontés, cónsul general de Francia durante la campaña napoleónica en Egipto (1798-1801), gracias a su talento diplomático y la amistad con Mohamed Ali, virrey de Egypto, coleccionó estatuas, sarcófagos, momias, papiros, amuletos y diversas joyas. Drovetti era solo uno de los numerosos cónsules que participaban en una verdadera caza del tesoro sin reglas: competencia exacerbada, búsquedas indiscriminadas, saqueos que solo se detuvieron en 1858 cuando el egiptólogo Auguste Mariette reguló la exportación y el comercio de antigüedades. 

    Regresando a Bernardino Drovetti, con él estamos en las vísperas del nacimiento del museo: Francia y Reino de Cerdeña se enfrentaban en largas y complicadas negociaciones para adquirir la "gran colección". Allí llegó otro protagonista de la historia del museo, Carlo Vidua Conde de Conzano, con una intuición genial para justificar el pago de un precio colosal: la importancia y el prestigio que la compra podría traer a la ciudad de Turín y al Reino de Cerdeña: «[…] Desidero, che i forestieri non possano più dire: Turin est une ville fort jolie, fort régulière, mais il n’y a presque rien à voir (Torino è una città molto carina, molto regolare ma non vi è quasi nulla da vedere). [...] Il Piemonte avrà dunque la gloria di conservare, e di mostrare agli stranieri una raccolta unica, e formata da un suo figlio, e sarà l’Italia quella che possiederà il primo e il più ampio museo Egizio in Torino, come possiede la prima raccolta di sculture Greche e Romane in Roma, e la prima di tutte le gallerie in Firenze» (carta de Carlo Carlo Vidua a Cesare Saluzzo, 3 de agosto de 1820)* 

    Así fue que se llegó a firmar el contrato e inaugurar el museo. A principio del siglo XX el nuevo director Ernesto Schiaparelli fundó la Misión Arqueológica Italiana, cuyas expediciones realizaron la trasformación de un museo de antigüedades en uno de arqueología. En 2015 Christian Greco, el nuevo dinámico e incansable director, inauguró la nueva extraordinaria presentación de un museo que se prepara a celebrar sus doscientos años en 2024.

    *Ojalá los extranjeros ya no puedan decir: Turin est une ville fort jolie, fort régulière, mais il n'y a presque rien à voir (Turín es una ciudad muy bonita, muy normal, pero no hay casi nada que ver). [...] Piamonte tendrá, por tanto, la gloria de conservar y mostrar a los extranjeros una colección única, formada por uno de sus hijos, e Italia será la que poseerá el primer y más grande museo egipcio en Turín, como posee la primera colección de esculturas griegas y romanas en Roma, y la primera de todas las galerías en Florencia» (Carlo Carlo Vidua a Cesare Saluzzo, 3 de agosto de 1820). 

    Lucia Bonato