La Asociación Sulla Strada de Italia (www.sullastrada.org) llegó a Guatemala y comenzó el proyecto de la escuela Abuelita Amelia Pavoni en el año 2001. Entonces era una galera, con un maestro y 20 niños; hoy en día es una escuela formal, que ofrece preprimaria y primaria, con 270 alumn@s. Una Asociación con el mismo nombre se fundó también en Guatemala.
La escuela, que se encuentra en el caserío Cerro La Granadilla, municipio de San Raymundo de Peñafort, es un milagro de Dios. Sin embargo, es un milagro delicado y frágil y como todo milagro y cada acto de fe hay que respetarlo, cuidarlo y alimentarlo.
Sus alumnas y alumnos son niñas y niños explotados en la manipulación de la pólvora, para fabricar millares de cohetes, los cuales son diversión para tantos, pero para esas niñas y niños son una obsesión y un peligro contínuo de muerte. La diversión para ellas y ellos es poder ir a la escuela: allí es donde encuentran novedades que cuentan, como maestras y maestros que los quieren, decenas y decenas de amigas y amigos más, un parque verde lleno de árboles y flores, canchas de basquet, de voley y de football, una buena refacción.
Algo terrible sucedió en los tres años de pandemia: todas las escuelas públicas de Guatemala se quedaron cerradas y las alumnas y alumnos de aquí tuvieron que retornar a sus casas a fabricar diariamente sus cohetillos. Fue una tragedia, sobre todo porqué los niños sintieron como si la escuela les estaba siendo negada. De hecho, ¿cómo pueden esos pequeños entender las razones de nosotros los grandes? ¿Entender que ese cierre era debido a la falta de un Sistema de Salud Pública digno de este nombre, y que la salud en Guatemala (como también en los Estados Unidos) es un privilegio y un lujo de pocos y no es el derecho de todos?
En febrero pasado, cuando otra vez se dio el visto bueno para que se regresara a la escuela en presencia, los niños llegaron un poco miedosos, desubicados, inciertos y nos dimos cuenta también que muchos de ellos estaban muy flacos. Se hizo una consulta médica para todos los alumnos y descubrimos la triste realidad: varios estaban en desnutrición aguda y otros hasta crónica. De todos estos, el 90% eran niñas: ¡qué triste pensar que todavía en las casas se discrimina entre varón y mujer, también en la comida!
En estos días estamos haciendo el gran esfuerzo de montar un proyecto de alimentación integral para todos los 270 estudiantes de nuestra escuela, que cursan de párvulos a sexto primaria. Para ello necesitamos la ayuda de tantos amigos, ¡porque el camino de la solidaridad hay que hacerlo en compañía! Necesitamos leche y carne, pasta y arroz, incaparina y huevos, frutas y verduras; necesitamos medicinas.
Nosotros creemos en un mundo diferente, donde la solidaridad sea el pan nuestro de cada día, donde todas y todos nos hacemos cada vez más humanos o sea más unidos y justos, donde la felicidad toma el lugar de la tristeza.
¿Utopía? No se, pero sí bien sabemos que todo es lucha, y que vale la pena luchar por estos grandes ideales; y bien sabemos también que cuántos más somos los que luchamos por esto, ¡tanto más es creíble se hace esa utopía!
* Quien quiera ayudar a mantener y hacer crecer este maravilloso proyecto, puede llamar al número 36508818 y para los aportes económicos hacer un depósito a la cuenta monetaria en Banrural N. 3268015290 a nombre de “Asociación Sulla Strada”.
Carlo Sansonetti
La Asociación Sulla Strada de Italia (www.sullastrada.org) llegó a Guatemala y comenzó el proyecto de la escuela Abuelita Amelia Pavoni en el año 2001. Entonces era una galera, con un maestro y 20 niños; hoy en día es una escuela formal, que ofrece preprimaria y primaria, con 270 alumn@s. Una Asociación con el mismo nombre se fundó también en Guatemala.
La escuela, que se encuentra en el caserío Cerro La Granadilla, municipio de San Raymundo de Peñafort, es un milagro de Dios. Sin embargo, es un milagro delicado y frágil y como todo milagro y cada acto de fe hay que respetarlo, cuidarlo y alimentarlo.
Sus alumnas y alumnos son niñas y niños explotados en la manipulación de la pólvora, para fabricar millares de cohetes, los cuales son diversión para tantos, pero para esas niñas y niños son una obsesión y un peligro contínuo de muerte. La diversión para ellas y ellos es poder ir a la escuela: allí es donde encuentran novedades que cuentan, como maestras y maestros que los quieren, decenas y decenas de amigas y amigos más, un parque verde lleno de árboles y flores, canchas de basquet, de voley y de football, una buena refacción.
Algo terrible sucedió en los tres años de pandemia: todas las escuelas públicas de Guatemala se quedaron cerradas y las alumnas y alumnos de aquí tuvieron que retornar a sus casas a fabricar diariamente sus cohetillos. Fue una tragedia, sobre todo porqué los niños sintieron como si la escuela les estaba siendo negada. De hecho, ¿cómo pueden esos pequeños entender las razones de nosotros los grandes? ¿Entender que ese cierre era debido a la falta de un Sistema de Salud Pública digno de este nombre, y que la salud en Guatemala (como también en los Estados Unidos) es un privilegio y un lujo de pocos y no es el derecho de todos?
En febrero pasado, cuando otra vez se dio el visto bueno para que se regresara a la escuela en presencia, los niños llegaron un poco miedosos, desubicados, inciertos y nos dimos cuenta también que muchos de ellos estaban muy flacos. Se hizo una consulta médica para todos los alumnos y descubrimos la triste realidad: varios estaban en desnutrición aguda y otros hasta crónica. De todos estos, el 90% eran niñas: ¡qué triste pensar que todavía en las casas se discrimina entre varón y mujer, también en la comida!
En estos días estamos haciendo el gran esfuerzo de montar un proyecto de alimentación integral para todos los 270 estudiantes de nuestra escuela, que cursan de párvulos a sexto primaria. Para ello necesitamos la ayuda de tantos amigos, ¡porque el camino de la solidaridad hay que hacerlo en compañía! Necesitamos leche y carne, pasta y arroz, incaparina y huevos, frutas y verduras; necesitamos medicinas.
Nosotros creemos en un mundo diferente, donde la solidaridad sea el pan nuestro de cada día, donde todas y todos nos hacemos cada vez más humanos o sea más unidos y justos, donde la felicidad toma el lugar de la tristeza.
¿Utopía? No se, pero sí bien sabemos que todo es lucha, y que vale la pena luchar por estos grandes ideales; y bien sabemos también que cuántos más somos los que luchamos por esto, ¡tanto más es creíble se hace esa utopía!
* Quien quiera ayudar a mantener y hacer crecer este maravilloso proyecto, puede llamar al número 36508818 y para los aportes económicos hacer un depósito a la cuenta monetaria en Banrural N. 3268015290 a nombre de “Asociación Sulla Strada”.
Carlo Sansonetti