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LOS GRANDES MAESTROS DEL CINE ITALIANO EN EL IIC

Con el fin de la Segunda Guerra Mundial, el cine italiano vivió una de sus épocas más brillantes e innovadoras. Tras una época en la que el cine era en gran parte un instrumento de propaganda estatal o de entretenimiento de evasión (el periodo de los llamados “telefoni bianchi”), una nueva generación de talentosos cineastas irrumpió con propuestas radicalmente distintas. Frente a las ficciones idealizadas y las historias elegantes y vacías que habían caracterizado las dos décadas de régimen fascista, estos nuevos directores eligieron contar la realidad tal como era: cruda, dolorosa, a veces poética, pero siempre profundamente humana.

Así nació el neorrealismo, un movimiento que marcó una ruptura estética y ética con el pasado. Cámaras en mano, actores no profesionales, escenarios reales, tramas mínimas centradas en la vida de los más vulnerables: todo apuntaba a devolverle al cine su valor como testimonio, como conciencia crítica y como imagen de un país devastado que comenzaba a reconstruirse. Desde esas raíces se desarrollaron también otras formas de narrar, más introspectivas, más simbólicas, pero que mantuvieron vivo el compromiso con lo esencial y lo cotidiano.

El cine contemporáneo —el europeo, pero también el de América Latina— no puede entenderse sin la influencia de estos autores. Su legado atraviesa generaciones de cineastas que han encontrado en sus obras una fuente de inspiración estética, ética y narrativa. Ya sea en la mirada íntima de un personaje o en la representación crítica de la sociedad, los grandes temas del cine actual —la alienación, la memoria, la búsqueda de sentido, la injusticia— fueron abordados por estos directores con una libertad expresiva que todavía hoy emociona.

En el marco del programa de actividades propuestas para celebrar sus 25 años, el IIC ofrece un ciclo de obras memorables de los grandes maestros del cine italiano: Rossellini, De Sica, Visconti, Antonioni, Fellini. 

Roberto Rossellini, con Roma Città Aperta, dio nacimiento al neorrealismo, movimiento que rompió con la ficción de estudio para salir a las calles y retratar la dura vida cotidiana con actores no profesionales y un lenguaje directo. Su cine es austero y comprometido, y pone al ser humano en el centro de la historia con una fuerza ética que marcó un antes y un después.

Vittorio De Sica, por su parte, supo conjugar realismo y emoción con una sensibilidad profundamente humana. En La Ciociara aborda con crudeza el trauma de la guerra, ofreciendo una de las actuaciones más memorables de Sophia Loren, mientras que en Miracolo a Milano introduce el elemento fantástico dentro de una historia social.

Luchino Visconti, aristócrata del cine, unió el rigor narrativo con una estética visual deslumbrante. En Bellissima, explora la obsesión por el éxito a través de la figura de una madre decidida a introducir a su hija en el mundo del espectáculo, en una crítica social cargada de ironía y amargura.

Michelangelo Antonioni, con Cronaca di un amore, inicia una carrera centrada en los conflictos interiores, las tensiones del deseo y el vacío de las relaciones modernas. Su estilo sobrio, basado en el silencio y la mirada, abrió caminos hacia una cinematografía más introspectiva y existencial.

Federico Fellini, finalmente, ofrece en su memorable La dolce vita una mirada provocadora y deslumbrante sobre la modernidad, la fama y el vacío moral. A través del personaje de Marcello, periodista mundano en la Roma del boom económico, Fellini capta con maestría la confusión espiritual de una época atrapada entre la tradición y el espectáculo.

Las películas del ciclo se proyectan en idioma original con subtítulos en español, la entrada es gratuita.

Matteo Cattaneo

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Se extiende la convocatoria ¡Toma tu mejor foto y participa!




  • LOS GRANDES MAESTROS DEL CINE ITALIANO EN EL IIC

    Con el fin de la Segunda Guerra Mundial, el cine italiano vivió una de sus épocas más brillantes e innovadoras. Tras una época en la que el cine era en gran parte un instrumento de propaganda estatal o de entretenimiento de evasión (el periodo de los llamados “telefoni bianchi”), una nueva generación de talentosos cineastas irrumpió con propuestas radicalmente distintas. Frente a las ficciones idealizadas y las historias elegantes y vacías que habían caracterizado las dos décadas de régimen fascista, estos nuevos directores eligieron contar la realidad tal como era: cruda, dolorosa, a veces poética, pero siempre profundamente humana.

    Así nació el neorrealismo, un movimiento que marcó una ruptura estética y ética con el pasado. Cámaras en mano, actores no profesionales, escenarios reales, tramas mínimas centradas en la vida de los más vulnerables: todo apuntaba a devolverle al cine su valor como testimonio, como conciencia crítica y como imagen de un país devastado que comenzaba a reconstruirse. Desde esas raíces se desarrollaron también otras formas de narrar, más introspectivas, más simbólicas, pero que mantuvieron vivo el compromiso con lo esencial y lo cotidiano.

    El cine contemporáneo —el europeo, pero también el de América Latina— no puede entenderse sin la influencia de estos autores. Su legado atraviesa generaciones de cineastas que han encontrado en sus obras una fuente de inspiración estética, ética y narrativa. Ya sea en la mirada íntima de un personaje o en la representación crítica de la sociedad, los grandes temas del cine actual —la alienación, la memoria, la búsqueda de sentido, la injusticia— fueron abordados por estos directores con una libertad expresiva que todavía hoy emociona.

    En el marco del programa de actividades propuestas para celebrar sus 25 años, el IIC ofrece un ciclo de obras memorables de los grandes maestros del cine italiano: Rossellini, De Sica, Visconti, Antonioni, Fellini. 

    Roberto Rossellini, con Roma Città Aperta, dio nacimiento al neorrealismo, movimiento que rompió con la ficción de estudio para salir a las calles y retratar la dura vida cotidiana con actores no profesionales y un lenguaje directo. Su cine es austero y comprometido, y pone al ser humano en el centro de la historia con una fuerza ética que marcó un antes y un después.

    Vittorio De Sica, por su parte, supo conjugar realismo y emoción con una sensibilidad profundamente humana. En La Ciociara aborda con crudeza el trauma de la guerra, ofreciendo una de las actuaciones más memorables de Sophia Loren, mientras que en Miracolo a Milano introduce el elemento fantástico dentro de una historia social.

    Luchino Visconti, aristócrata del cine, unió el rigor narrativo con una estética visual deslumbrante. En Bellissima, explora la obsesión por el éxito a través de la figura de una madre decidida a introducir a su hija en el mundo del espectáculo, en una crítica social cargada de ironía y amargura.

    Michelangelo Antonioni, con Cronaca di un amore, inicia una carrera centrada en los conflictos interiores, las tensiones del deseo y el vacío de las relaciones modernas. Su estilo sobrio, basado en el silencio y la mirada, abrió caminos hacia una cinematografía más introspectiva y existencial.

    Federico Fellini, finalmente, ofrece en su memorable La dolce vita una mirada provocadora y deslumbrante sobre la modernidad, la fama y el vacío moral. A través del personaje de Marcello, periodista mundano en la Roma del boom económico, Fellini capta con maestría la confusión espiritual de una época atrapada entre la tradición y el espectáculo.

    Las películas del ciclo se proyectan en idioma original con subtítulos en español, la entrada es gratuita.

    Matteo Cattaneo

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